Monday, October 18, 2010

Pixies, Winterlong by Neil Young.

La historia del hombre podría reducirse a la de las relaciones entre las palabras y el pensamiento. Todo periodo de crisis se inicia o coincide con una crítica del lenguaje. De pronto se pierde fe en la eficacia del vocablo: “Tuve a la belleza en mis rodillas, y era amarga”, dice el poeta. ¿La belleza o la palabra? Ambas: la belleza es inasible sin las palabras. Cosas y palabras se desangran por la misma herida. Todas las sociedades han atravesado por estas crisis de sus fundamentos que son, asimismo y sobre todo, crisis del sentido de ciertas palabras. Se olvida con frecuencia que, como todas las otras creaciones humanas, los Imperios y los Estados están hechos de palabras: son hechos verbales. En el libro XIII de los Anales, Tzu-Lu pregunta a Confucio: “Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.” No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro. Las cosas se apoyan en sus nombres y viceversa. Nietzsche inicia su crítica de los valores enfrentándose a las palabras: ¿qué es lo que quieren decir realmente virtud, verdad o justicia? Al desvelar el significado de ciertas palabras sagradas e inmutables -precisamente aquellas sobre las que reposaba el edificio de la metafísica occidental- minó los fundamentos de esa metafísica. Toda crítica filosófica se inicia con un análisis del lenguaje.
OCTAVIO PAZ
Un hombre va a subir al tren en marcha. Pasan los escaloncillos del primer coche y el viajero no tiene bastante resolución para arrojarse y saltar. Su capa revuela movida por el viento. Afirma el sombrero en la cabeza. Va a pasar otro coche. De nuevo falta la osadía. Triunfan el instinto de conservación, el temor, la prudencia, el coro venerable de las virtudes antiheroicas. El tren pasa y el inepto se queda. El tren está pasando siempre delante de nosotros. El anhelar agita nuestras almas, y ¡hay de aquel a quien retiene el miedo de la muerte! Pero si nos alienta un impulso divino y la pequeña razón naufraga, sobreviene en nuestra existencia un instante decisivo. Y de él saldremos a la muerte o a una nueva vida, ¡pésele al destino, nuestro ceñudo príncipe!
JULIO TORRI, PARA AUMENTAR LA CIFRA DE ACCIDENTES

by thischarmingman1981

Belle & Sebastian, Dog on wheels

Nació con las piernas muy cortas y la cabeza enorme, de modo que los vecinos de Natuba pensaron que sería mejor para él y para sus padres que el Buen Jesús se lo llevara pronto ya que, de sobrevivir, sería tullido y tarado. Sólo lo primero resultó cierto. Porque, aunque el hijo menor del amansador de potros Celestino Pardinas nunca pudo andar a la manera de los otros hombres, tuvo una inteligencia penetrante, una mente ávida de saberlo todo y capaz, cuando un conocimiento había entrado a esa cabezota que hacía reír a las gentes, de conservarlo para siempre. Todo fue en él rareza: que naciera deforme en una familia tan normal como la de los Pardinas, que pese a ser un adefesio enclenque no muriera ni padeciera enfermedades, que en vez de andar en dos pies como los humanos lo hiciera a cuatro patas y que su cabeza creciera de tal manera que parecía milagro que su cuerpecillo menudo pudiera sostenerla. Pero lo que dio pie para que los vecinos de Natuba comenzaran a murmurar que no había sido engendrado por el amansador de potros sino por el Diablo, fue que aprendiera a leer y a escribir sin que nadie se lo enseñara.

No se llamaba León, sino Felicio, pero el sobrenombre, como ocurría a menudo en la región, una vez que prendió desplazó al nombre. Le pusieron León tal vez por burla, seguramente por la inmensa cabeza que, más tarde, como para dar razón a los bromistas, se cubriría en efecto de unas tupidas crenchas que le tapaban las orejas y zangoloteaban con sus movimientos. O, tal vez, por su manera de andar, animal sin duda alguna, apoyándose a la vez en los pies y en las manos (que protegía con unas suelas de cuero como pezuñas o cascos) aunque su figura, al andar, con sus piernas cortitas y sus brazos largos que se posaban en tierra de manera intermitente, era más la de un simio que la de un predador. La docena de hermanos y hermanas Pardinas lo evitaban y era sabido que no comía con ellos sino en un cajoncito aparte. Así, no conoció el amor paterno, ni el fraterno (aunque, al parecer, adivinó algo del otro amor) ni la amistad, pues los chicos de su edad le tuvieron al principio miedo y, luego, repugnancia. Lo acribillaban a pedradas, escupitajos e insultos si se atrevía a acercarse a verlos jugar. Él, por lo demás, rara vez lo intentaba. Desde muy pequeño, su intuición o su inteligencia sin fallas le enseñaron que, para él, los demás siempre serían seres reticentes o desagradados, y a menudo verdugos, de modo que debía mantenerse alejado de todos. Así lo hizo, por lo menos hasta el episodio de la acequia, y la gente lo vio siempre a prudente distancia, aun en las ferias y mercados.

El destino del hijo menor de Celestino Pardinas sufrió un vuelco decisivo el día que la hijita del hojalatero Zósimo, Almudia, la única que había sobrevivido entre seis hermanos que nacieron muertos o murieron a los pocos días de nacer, cayó con fiebre y vómitos. Los remedios y conjuros de Don Abelardo fueron ineficaces, como lo habían sido las oraciones de sus padres. El curandero sentenció que la niña tenía «mal de ojo» y que cualquier antídoto sería vano mientras no se identificara a la persona que la había «ojeado». Desesperados por la suerte de esa hija que era el lucero de sus vidas, Zósimo y su mujer Eufrasia recorrieron los ranchos de Natuba, averiguando. Y así llegó a ellos, por tres bocas, la murmuración de que la niña había sido vista en extraño conciliábulo con el León, a la orilla de la acequia que corre hacia la hacienda Mirándola. Interrogada, la enferma confesó, medio delirando, que esa mañana, cuando iba donde su padrino Don Nautilo, al pasar junto a la acequia, el León le preguntó si podía decirle una canción que había compuesto para ella. Y se la había cantado, antes de que Almudia escapara corriendo. Era la única vez que le habló, pero ella había advertido ya, antes, que, como de casualidad, se encontraba muy a menudo con el León en sus recorridos por el pueblo y algo, en su manera de encogerse a su paso, le hizo adivinar que quería hablarle.
Zósimo cogió su escopeta y rodeado de sobrinos, cuñados y compadres, también armados, y seguido de una muchedumbre, fue a la casa de los Pardinas, atrapó al León, le puso el cañón del arma sobre los ojos y le exigió que repitiera la canción a fin de que Don Abelardo pudiera exorcizarla. El León permaneció mudo, con los ojos muy abiertos, azogado. Después de repetir varias veces que si no revelaba el hechizo le haría saltar la inmunda cabezota, el hojalatero rastrilló el arma. Un brillo de pánico enloqueció, un segundo, los grandes ojos inteligentes. «Si me matas, no sabrás el hechizo y Almudia se morirá», murmuró su vocecita, irreconocible por el terror. Había un silencio absoluto. Zósimo transpiraba. Sus parientes mantenían a raya, con sus escopetas, a Celestino Pardinas y a sus hijos. «¿Me dejas ir si te lo digo?», volvió a oírse la vocecita del monstruo. Zósimo asintió. Entonces, atorándose y con gallos de adolescente, el León comenzó a cantar. Cantó —comentarían, recordarían, chismearían los vecinos de Natuba presentes y los que, sin estarlo, jurarían que lo habían estado — una canción de amor, en la que aparecía el nombre de Almudia. Cuando terminó de cantar, el León estaba con los ojos llenos de vergüenza. «Suéltame ahora», rugió. «Te soltaré después que mi hija se cure», repuso el hojalatero, sordamente. «Y si no se cura, te quemaré junto a su tumba. Lo juro por su alma.» Miró a los Pardinas —padre, madre, hermanos inmovilizados por las escopetas — y añadió en un tono que no admitía dudas: «Te quemaré vivo, aunque los míos y los tuyos tengan que entrematarse por siglos».
Almudia murió esa misma noche, después de un vómito en el que arrojó sangre.

Mario Vargas Llosa.

07:06 am, by thischarmingman1981
¡No! ¡La vida no me ha desengañado! Por el contrario, de año en año la encuentro más verdadera, apetecible y misteriosa; la encuentro así desde aquel día en que vino sobre mí el gran liberador, a saber, el pensamiento de que la vida podría ser un experimento del que conoce, y no un deber ni un destino ni un engaño. Y el conocimiento mismo, aunque para otros sea una cosa diferente, por ejemplo, un lecho o el camino hacia un lecho, o una distracción, o una holgazanería, para mí es un camino de peligros y victorias, en el que también los sentimientos heroicos tienen su lugar de danza y recreo. “La vida un medio de conocimiento”, llevando este principio en el corazón es posible vivir no sólo con valentía, sino también con alegría, e igualmente reír con alborozo.
FRIEDRICH NIETZSCHE

by thischarmingman1981

Tuesday, October 5, 2010

Muy pronto seré un árbol.
El dedo medio me hormiguea,
hay brotes en mis yemas.
Me descubro otras hojas
en el dedo anular y el índice, y el brazo
se me bifurca en ramas ágiles.
Bajo la camiseta
tengo un tronco rugoso.
Los dedos de mis pies entran al lodo,
agua tibia me sube al bajo vientre.
Voy a dejar de ir a la escuela.
Voy a dejar el beisbol y la pesca.
Voy a quedarme quieto, hasta de noche.
La lluvia me refresca.
Nadie se fija en mí.
Pasan corriendo al lado.
Aquí me quedaré hasta que me seque.
Murmurando, cimbrado por el viento.

Tanikawa Shuntaro (Versión de Aurelio Asiain)

by thischarmingman1981
¡No! ¡La vida no me ha desengañado! Por el contrario, de año en año la encuentro más verdadera, apetecible y misteriosa; la encuentro así desde aquel día en que vino sobre mí el gran liberador, a saber, el pensamiento de que la vida podría ser un experimento del que conoce, y no un deber ni un destino ni un engaño. Y el conocimiento mismo, aunque para otros sea una cosa diferente, por ejemplo, un lecho o el camino hacia un lecho, o una distracción, o una holgazanería, para mí es un camino de peligros y victorias, en el que también los sentimientos heroicos tienen su lugar de danza y recreo. “La vida un medio de conocimiento”, llevando este principio en el corazón es posible vivir no sólo con valentía, sino también con alegría, e igualmente reír con alborozo.
FRIEDRICH NIETZSCHE

by thischarmingman1981
Machete no escribe SMS. Cada vez que un director (léase Rodriguez, Tarantino o Stallone) me hace retroceder a mis añoradas salas de barrio con programa doble y películas baratas para una audiencia conformista, cuenta con mis simpatías, aunque el filme sea malejo (The Expendables). Robert Rodriguez cumple de sobra las expectativas (como ya lograra en Planet Terror) al hacer de Machete una celebración de ese cine cutre y violento de los 70 donde nunca había justificación para los desnudos ni para los desmembramientos. El homenaje/parodia, inspirado en su propio trailer grindhouse, cuenta con los ingredientes necesarios: protagonistas duros y feos, escenas trepidantes donde ruedan cabezas y la sangre salpica las paredes y a la cámara, situaciones cómicas en las que las mujeres se desnudan, una copia con los títulos de crédito llenos de cortes, de rayas y de saltos de eje, algunas escenas metidas con calzador y un humor negrísimo.

La sorpresa de la película es que, esta vez, Rodriguez no se queda en la superficie como en mis admiradas Abierto hasta el amanecer o El mexicano, sino que va más allá: en el fondo,Machete es una celebración del mexican power, una crítica política a las leyes de inmigración de los Estados Unidos, a los cazadores de espaldas mojadas de la frontera y a esos candidatos que ofrecen en los anuncios un mensaje fascista. No falta en ello el beneficio que otros sacan: el movimiento de la droga a ambos lados de la frontera.

En esta fiesta mexican power, los héroes son latinos: Danny Trejo en su papel de ex agente; Cheech Marin, un cura que coge más rápido las escopetas que el crucifijo; Jessica Alba, una agente que confía más en la justicia que en las leyes; y Michelle Rodriguez, vendedora de tacos y también heroína secreta con metralleta, que provoca taquicardias en el público masculino cuando sale vestida de cuero y enseñando la cintura. Y los malos son norteamericanos: Robert De Niro, como candidato con tendencia al rifle; Don Johnson, uno de esos cazadores nocturnos de hombres en la frontera; Steven Seagal, capo de la droga que habla en spanglish; Jeff Fahey, enlace entre políticos y camellos, y enamorado de su hija (Lindsay Lohan); sin olvidar a Tom Savini en su cameo descacharrante. Me ha gustado que los secundarios hayan sido capaces de reírse de sí mismos. Hasta Seagal ha sido capaz de parodiarse.

Robert Rodriguez le ha metido un gol a Estados Unidos en su propio terreno. Si aún gobernara George W. Bush, probablemente la condenaría.

Adenda: Leer la crítica de Jordi Costa en El País: aquí. De la que saco una muestra: Machete, en efecto, esgrime con total conocimiento de causa la misma poesía abisal que una portada de prensa sensacionalista mexicana o que las viñetas de los procaces tebeos charros de la editorial Ejea, perlas negras de títulos tan sugerentes como Tierra brava, ¡Así soy...! ¿y qué?o Sensacional de luchas. Machete no es una impostura: es un trabajo tan puro y tan sincero, tan movido por el amor incondicional hacia las zonas umbrías de la cultura popular como la última novela de Hernán Migoya, Quítame tus sucias manos de encima. Por eso, está condenada a soliviantar a quien no formule en similares términos su pasión por lo Z.
As to my old opinions, I am heartily sick of them. I have reason, for they have deceived me sadly. I was taught to think, and I was willing to believe, that genius was not a bawd, that virtue was not a mask, that liberty was not a name, that love had its seat in the human heart. Now I would care little if these words were struck out of the dictionary, or if I had never heard them. They are become to my ears a mockery and a dream. Instead of patriots and friends of freedom, I see nothing but the tyrant and the slave… Seeing all this as I do, and unravelling the web of human life into its various threads of meanness, spite, cowardice, want of feeling, and want of understanding, of indifference towards others, and ignorance of ourselves, - seeing custom prevail over all excellence, itself giving way to infamy - mistaken as I have been in my public and private hopes, calculating others from myself, and calculating wrong; always disappointed where I placed most reliance; the dupe of friendship, and the fool of love; - have I not reason to hate and to despise myself? Indeed I do; and chiefly for not having hated and despised the world enough.
WILLIAM HAZLITT (TEXTO COMPLETO)

01:39 pm, by thischarmingman1981
Mantén la calma,

aunque el barco se hunda,
aunque la ayuda no llegue.

Mantén la calma
y la mente fría.

A veces
uno sólo se tiene a sí mismo
y a la fuerza que pueda sacar.

Es un camino largo,
duro,

que se hace más ameno
si mientras caminas
recuerdas silbar
alguna buena canción.


Javier Das (Inédito)

Michael Caine. Inception. Spoiler

"[The spinning top] drops at the end, that's when I come back on," he said. "If I'm there it's real, because I'm never in the dream. I'm the guy who invented the dream."

Back in August, "Inception" costume designer Jeffrey Kurland also said that the totem fell because "the children's clothing is different in the final scene."

There's also the wedding ring theory. Cobb (Leonardo DiCaprio) is seen wearing the ring when he's dreaming, but not in reality. At the end of the movie, he is ring-less.

So there you have it, Cobb was back in reality.

Fuente: WorstPreviews.

The Organ, Brother

More Than Meets The Eye

Y el autobús se eleva a una forma humanoide para alcanzar el centro de la Castellana en dos grandes zancadas, majestuoso y verde en una postura de escorzada guardia que sólo perturban los pastosos hilachos de sangre que manan, igual que una triste menstruación, de las juntas y bisagras de su bajo vientre recordando a aquellos quince pasajeros tan poquito afortunados.
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