Thursday, August 19, 2010

Al tradicionalismo le gusta su atavío: es una calavera parroquial con ánimo de fiesta. “No usen el condón”, pregona, “sean fieles a la castidad, Renuncien al sexo y sólo así se les perdonará no haberlo hecho antes. Sólo si abominan de su cuerpo serán felices y quienes desobedezcan a la Calavera Moralina, que forniquen sin preservativos, para que su muerte cruel notifique de las consecuencias del pecado.” El tradicionalista baila con mesura y gravedad. “Nada de publicidad al condón, instrumento del demonio. No se le permita al maligno emponzoñar la muerte de los jóvenes con recordatorios de la existencia del cuerpo y del sexo.” El tradicionalista se aprueba a sí mismo. Y su índice de fuego encabeza el carnaval de las admoniciones.


Los amigos muertos se adueñan de la memoria convertidos en imágenes circulares, rostros, gestos, frases, escenas cuya calidad memorable ahora aquilatamos. De ellos, de los desaparecidos en las brumas hirientes de la plaga, vamos sabiendo lo que nos negó la cercanía: la firmeza y la coherencia de sus actitudes, el estilo de vivir mucho más armonioso de lo que jamás supusimos, la delicadeza de su trato, la generosidad. Los amigos muertos son el diálogo incesante y la melancolía de las conversaciones pendientes. Y son la certeza de que, si es verdad la metafísica, se encuentran ahora, con su mirada entrenadísima y la experiencia cinegética, en la esquina del Más Allá y la Lujuria Pendiente

CARLOS MONSIVÁIS

No comments:

Post a Comment

Powered By Blogger