Monday, November 1, 2010

Cuando denuncié (en los ensayos sobre el cine de ciencia ficción y Lukacs) cierto tipo de fácil moralismo, fue en nombre de una seriedad menos complaciente y más alerta. Lo que no entendí entonces es que la seriedad misma ya estaba empezando a perder credibilidad en la cultura en su conjunto, y que el arte transgresor que yo estaba disfrutando tanto solamente reforzaría las transgresiones meramente frívolas y consumistas. Treinta años después, el debilitamiento de los estándares de seriedad es casi completo, con la ascensión de una cultura cuyos valores más persuasivos e inteligibles surgen de la industria del entretenimiento. Ahora la idea misma de seriedad parece curiosa, irreal e incluso -como decisión arbitraria del temperamento- insana para la mayoría de las personas.
Los intelectuales tienen la tarea sisífea de continuar representando y defendiendo un estándar de vida mental y de discurso, en lugar del nihilista que los medios de comunicación promueven. Por nihilismo me refiero no sólo al relativismo y la privatización del interés… sino también al nihilismo más reciente y pernicioso, encarnado en la ideología de la llamada democracia cultural, el odio de la excelencia, el logro ‘elitista’ y exclusivo
SUSAN SONTAG

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