En todas las épocas los hombres han intentado librarse de las exigencias conflictivas de su libertad buscando una instancia superior que zanjase por ellos las opciones fundamentales. Hoy, el disolvente universal para la culpa es la ciencia. Por eso la medicina es una institución social tan importante. Durante milenios, los hombres y las mujeres rehuyeron la responsabilidad teologizando la moral. Hoy la rehuyen medicalizandola. El Estado teocrático pretendía salvar a los hombres por decreto, reprimiendo ejemplarmente en ellos todo lo que había quedado establecido como “malo”; el Estado terapéutico pretende curar a los hombres de ser lo que son, por las buenas o por las malas. Ambos modelos, desde luego, pretenden coaccionarnos por nuestro bien.
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